Lugares donde se desarrolla la novela

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Cerro Lucero y Venta Panaderos

sábado, 6 de febrero de 2016

Tras la boda en Cómpeta nos fuimos a Piedrabuena. Al día siguiente salí concentrado a Las Arripas. "El cazador del arco iris". Obra narrativa



(Vista de Piedrabuena en Ciudad Real)


Tras nuestra boda en Cómpeta (Málaga) en junio de 1946,  juntamos doscientas pesetas de regalos y además vendí las cabras de mi herencia. Nos fuimos a Torrox a la casa de nuestra tía Emilia casada con Salvador, pasamos la tarde con ellos, y al día siguiente nos fuimos en tren a Piedrabuena (Ciudad Real), alquilé una habitación con derecho a cocina en  la calle Cristo número 7, por 30 pesetas al mes. Era propiedad de Mónico Moreno Dormí una noche con mi mujer y al día siguiente me mandaron concentrado al Destacamento de  Las Arripas, porque habían visto bandoleros. Dejé sola a Carmela en Piedrabuena, no se podía venir conmigo al servicio. Era la primera vez mi Carmela que salía de su casa y, encima se quedaba sola,  sin la amparo  de su familia que, para los Simontes era tan importante. Ella no comprendía cómo era posible que yo la dejara sola, menos mal que le dejé el dinero de nuestra boda.  Esta faena no se la perdoné jamás a Franco. Me cabreé todo lo que pude y esta vez me salió una llaga en el corazón, si me hubiese encontrado a un bandolero me lo hubiese comido con rabo y todo como el  zorro de Evaristo, el Feo, la mala leche que yo llevé a la concentración me la suavizó Carrasco Duarte, que gracias a Dios estaba en Las Arripas destinado, y gracias a él y a su manchega Rosalía, cené algunas noches en su casa.  Y mientras ellos se quedarían acostados, yo me iba como un mulo capado al cobertizo de las vacas.

Volví a los quince días solamente por cuatro horas, yo iba ciego de amor y de desesperación, contando las horas de encontrarme con mi mujer, con el miedo de que le hubiese pasado algo, allí en aquel pueblo desconocido para ella y tan lejos de su familia, y, cruelmente, se volvió a quedar sola otra vez.  Menos mal que mi mujer era muy sociable, animosa, y se hacía querer, y había hecho amistad con algunas compañeras y vecinas que le habían tratado muy bien, a pesar de los tiempos tan difíciles, y como buena andaluza era muy habladora y dicharachera y eso le salvó de una depresión, otra mujer no la hubiese soportado.

       La misión contra los maquis fue cada vez más virulenta, porque la Agrupación de La Mancha se concentró en la Sierra de Lisar, y nosotros tuvimos que ir tras ellos, parecía como si los maquis estuviesen aguardando a que yo me casara para incrementar sus acciones delictivas para que mis concentraciones y servicios fuesen más largos y penosos. La Guardia Civil trataba a todos los guardias como soldados solteros, sin pensar que podíamos tener mujer e hijos.  Mi mujer se había convertido en una viuda casada, porque es que, la pobrecita, no me veía, ¿y para qué nos habíamos casado? Para llevar una vida de cenobitas y en celibato.

      Volví al subsector de Piedrabuena a finales de octubre de aquel año, a los cuatro meses. ¡Menuda Luna de miel!, nos habíamos pasado. El Antiguo Testamento dice que por ningún concepto se puede separar a los casados en el primer año. Alguna vez que otra tuve la idea de licenciarme, pero adónde ir, otra vez a casa de mis padres y ella a la suya, no nunca, seríamos el hazmerreír de la familia de los Simontes. A veces no se puede dar marcha atrás, porque las circunstancias obligan.

  Nuestras separaciones a causa del servicio fueron inhumanas para una pareja que se acababa de casar, es como si a un perro hambriento se le ata y se le pone la comida delante para que no la pueda probar.  Cuando regresé, conseguí estar, sin que me concentraran, veinte días en Piedrabuena, pero haciendo servicios, evidentemente, aunque con mi mujer conseguí dormir tan sólo cinco noches, llegué a creer que me iba a volver loco, no iba a tener tiempo para dejar a mi mujer embarazada, ¿qué iban a pensar en mi familia? 



                                    (Bautizo en Piedrabuena 1947)



 Al fin vi preñadita a mi mujer y que quedé tranquilo y más contento,   nació mi hijo Ramoberto en mayo de 1947, pues el día que nació me hallaba yo concentrado nuevamente en el Destacamento de Téjar, me dieron permiso urgente  de 5 días y me hice 30 kilómetros andando, me acompañó el guardia Carrasco para que no viniera solo. Entre que me enteré de lo del parto y salí de Téjar, aparecí en calle Cristo número 7, a los cuatro  días después del parto, mi mujer tenía una rabieta enquistada, los nervios se le habían metido en el estómago con gases con dolores del “tuerto” o del entuerto, no se quería creer que no me había enterado, ni comprender que me había hecho casi treinta kilómetros andando desde Téjar a Piedrabuena, prácticamente sin parar, pero para mí los kilómetros a pie, en aquellos años, no eran nada más que besos en los pies.

 Le pedí más días de permiso al brigada Gumersindo, me lo denegó alegando que el nacimiento de un hijo no era motivo suficiente para concederme un permiso urgente de “paternidad”, así que me tuve que buscar la recomendación del dueño de la finca “La Renegá” por medio de Luciano el administrador del Coto, que cuando le conté lo que me estaba pasando no se lo podía creer.  Habló con el Marqués de Téjar y éste con el capitán Bolaños de Piedrabuena y conseguí un permiso de cinco días más, no sin antes recodarme el capitán en un reservado particular, el artículo 47 de la Cartilla de Ahumada, que prohibía el uso de recomendaciones para conseguir la resolución favorable de peticiones oficiales.  Pero a mí, como padre primerizo, me entró el reservado por un oído y me salió intacto por el otro.  En la vida militar había aprendido de Zacarías, el Carabinero, que cuando te echan una bronca lo mejor en beberse un par de vasos de vino y luego echar la bronca en forma de un largo pis.

 Cuando regresé a Téjar después de los diez días, el Cabo Guita me tenía guardada su venganza personal: cinco nocturnos seguidos. Yo le dije que si se ponía chulo a lo mejor se me iba la lengua con aquel caso que tuvo él con el portugués en el Gargantón, con mi seria amenaza se vino a razones.


Obra narrativa "El cazador del arco iris". Ramón Fernandez Palmeral. Publicado en Amazon. 12 € ejemplar impreso. 

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